lunes, 5 de mayo de 2014

La negligencia igual ronda la práctica de medicina tradicional

Cumplidas las 32 semanas de embarazo, una habitante del municipio paceño de Irupana sintió un fuerte dolor en el vientre. La partera del lugar confundió esos dolores con las contracciones previas al alumbramiento y comenzó el trabajo del manteo que se efectúa en los partos difíciles y que consiste en colocar una manta por debajo de las caderas de la mujer para agitarla de un lado a otro hasta conseguir que el bebé se halle en la posición adecuada.

El proceso se complicó. Lo que en realidad tenía la embarazada era un cuadro de hipertensión arterial severo que, con las acciones para sacar al bebé, le provocó una eclampsia (serie de convulsiones) que dio paso a una lesión en el hígado, una hemorragia, el deceso del feto y, horas después, ya en el Hospital de la Mujer de La Paz, la muerte.

Sobredosis. ¿Negligencia en la medicina tradicional? Los casos de complicaciones por irresponsabilidad en atención de partos en el área rural y malestares a causa de sobredosis de infusiones “recetadas” por curanderos sin experiencia o p’ajpakus (habladores o charlatanes en aymara) no llegan a otras instancias por falta de denuncias formales, principalmente por falta de información. Autoridades y médicos confirman la situación.

Pero lo evidente es que la figura de la regulación respecto a la práctica de la medicina alternativa y a los prestadores de estos servicios se encuentra vigente desde diciembre del año pasado, cuando se promulgó la Ley 459 de Medicina Tradicional Ancestral Boliviana. “El objetivo es regular el ejercicio y la práctica de la medicina tradicional en el sistema de salud”, explica el director general de Medicina Tradicional e Interculturalidad del Viceministerio de Salud, Percy Paredes.

La norma define a la práctica de la medicina tradicional como la aplicación de conjunto de conceptos, conocimientos, saberes y prácticas milenarias ancestrales que se basan en el uso de recursos materiales y espirituales para la prevención y curación de enfermedades, toda vez que se respete la relación armónica entre las personas, familias y comunidad, con la naturaleza y el cosmos, en el marco del Sistema de Salud.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su estrategia sobre medicina tradicional 2014-2023, la conceptualiza como “la suma total de los conocimientos, capacidades y prácticas basadas en las teorías, creencias y experiencias propias de diferentes culturas, bien sean explicables o no, utilizadas para mantener la salud y prevenir, diagnosticar, mejorar o tratar enfermedades físicas y mentales”.

La práctica de la medicina tradicional en las naciones indígenas de Bolivia está incluida en la Constitución Política del Estado (artículo 35, parágrafo II). Por ello, y por efecto de la nueva normativa, se puede hablar también del “ejercicio ilegal” y “mala praxis” en esa materia e incluso de procesos penales en contra de las personas que vulneren la normativa, menciona Paredes.

Y cuando se incurre en ese tipo de acciones, que ponen en riesgo la salud de las personas, se generan casos similares al de la embarazada de Irupana, confirmado por el director del Hospital de la Mujer, Gustavo Marconi, quien calcula que de los aproximadamente 5.000 partos que se atienden en ese nosocomio, por lo menos 10% llegan con complicaciones porque se aplicó un inadecuado tratamiento previo “casero”.

“Llegan acá al hospital con partos que estaban siendo atendidos en la comunidad. A veces se pierden días valiosos y cuando ya no pueden (atender a las mujeres) las derivan acá, sea con hemorragias, con roturas interinas”, puntualiza el galeno.

En la nomenclatura de la normativa vigente, está reconocido el trabajo de las parteras capacitadas. También los “partos humanizados” como alternativa para las mujeres gestantes. Justamente con el objetivo de fortalecer esa práctica, en septiembre de 2013, el Ministerio de Salud presentó la primera Guía de atención de las parteras/os tradicionales del embarazo, parto y posparto.

Para Marconi, este tema debe ser bien trabajado y orientado hacia el intercambio y aprendizaje constante de experiencias. Recuerda que las cifras de mortalidad materna eran altas y que ahora hay menos casos gracias a iniciativas estatales que mejoran el acceso a los servicios públicos de salud como el Seguro Universitario Materno Infantil (SUMI) y el Bono Juana Azurduy.

En Bolivia, 50 de cada 1.000 niños morían al nacer hasta 2012 (la medición más reciente), 41% menos que en 1990, en tanto que 229 mujeres perdían la vida por cada 100.000 nacimientos vivos. La meta del milenio de Naciones Unidas estableció que este indicador debía bajar a 104 por 100.000 para la siguiente gestión. Pero, ¿cómo se procede cuando se presentan casos como el de la madre que falleció tras perder a su bebé? Según el director del Hospital de la Mujer, muchas veces los familiares o las mismas víctimas abren procesos en contra del centro de salud y de los médicos por mala praxis sin tomar en cuenta el problema de base con el que llegó la paciente. “Te quieren iniciar procesos. Vienen asesorados por abogados, nos defendemos bien porque nunca es nuestra acción, porque acá todo el mundo está capacitado, sabemos resolver todo”, dice, sin titubear.

Además de este tipo de casos, existen otros que si bien no son similares, guardan relación con el ejercicio de la medicina tradicional. Se trata de las intoxicaciones en menores de edad causadas por las elevadas dosis de plantas curativas. Son las denominadas “intoxicaciones folklóricas”, que se presentan en bebés y neonatos a causa del mal uso y suministro de sustancias medicinales. Por ejemplo, en al menos dos hospitales de la ciudad de La Paz se reportaron situaciones provocadas por el anís estrella.

El dato corresponde a una investigación sobre el tema presentada en 2012 que concluye que del total de las intervenciones registradas en un año en dos nosocomios, el 6% correspondía a “intoxicación por sustancias desconocidas”, y de ese porcentaje, el 2,7% apuntaba a la especia Illicium verum como la principal causante.

Este problema afecta en mayor grado a los lactantes porque el efecto que hace en su sistema no es el mismo que puede generar en un adulto. “La piel del niño absorbe todo, es como una esponja porque no tiene muchas enzimas”, ejemplifica Rosario Martínez, una de las autoras de la investigación Intoxicaciones folklóricas, medicina tradicional y negligencia de la infancia.

Sostiene que la ingesta de altas dosis de sustancias como el anís estrella hacen que el neonato pase de un estado llorón e inquieto a uno en el que está más dormido y de aparente mejora, cuando en realidad se encuentra sedado por la dosis. “El criterio de los padres es que cuando llevan a sus hijos al hospital ahí fallecen y que si hubiera seguido con el médico tradicional todavía seguiría vivo”. Para entender mejor el principio activo del anís estrella, se puede mencionar que no pertenece a la familia botánica del anís verde o común, pero tiene el mismo componente: una esencia rica en anetol (compuesto aromático) con eupéptico (que facilita la digestión) y carminativo (una sustancia que elimina gases).

Otro caso más que se halla registrado en el estudio es el de un lactante de nueve meses que ingresó a la Unidad de Terapia Intensiva de un sanatorio paceño con un diagnóstico de irritabilidad, dificultad para respirar, crisis convulsiva y hemorragia digestiva como consecuencia de una ingesta de casi dos litros de infusión de anís estrella que le fue suministrada en una jornada.

Tras los exámenes, se le realizaron múltiples correcciones de la acidosis metabólica (acidez excesiva de la sangre) y comenzó a mejorar progresivamente en los seis días de internación, según se apunta en la investigación Caso clínico: Intoxicación por anís estrellado en un lactante menor, de Pablo Mattos, Augusto Cordero y Andrés Bartos.

Cabe destacar que el problema de “las intoxicaciones folklóricas” no se da con altos índices de frecuencia, por lo menos estadísticamente. Sin embargo, Martínez resalta que cuando estos casos llegan a los nosocomios, a veces no se anota la sustancia que ingirió el menor porque los padres la desconocen o no pueden identificarla.

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