domingo, 26 de octubre de 2014

Elaria, la curandera que “estuvo muerta 44 horas”



A la edad de 12 años, durante 44 horas, estuvo muerta y “cuando despertó ya no era la misma”, cuenta Elaria Guarachi, una veterana curandera del barrio María de los Ángeles de la ciudad de Tarija.

A más de 50 años de lo sucedido, su oficio ahora es el de sanar a las personas cuando la medicina convencional no funciona.
Elaria nació en la comunidad de Culpina del departamento de Chuquisaca, relata que cuando tenía 12 años, tras un accidente automovilístico, permaneció 44 horas muerta. En ese lapso Elaria asegura que conversó con Dios, quien le dijo que no podía morir porque su tarea no había concluido y tenía que regresar para cuidar a sus hijos.
Sin embargo, ella no tenía hijos por lo que le pareció muy extraña la recomendación; empero el recuerdo de la conversación con Dios, luego, se convirtió en una señal. “Cuando desperté me di cuenta que no tenía hijos, pues solo tenía 12 años, no comprendí a que se refería. Más tarde entendí que mi misión era ayudar a los hijos de Dios”, afirma convencida.
Elaria, al igual que muchas mujeres del campo, no recibió educación escolar. “Yo no he pisado el colegio. De letras no sé nada. Ciega soy”, dice sin pena; sin embargo lee la coca con bastante claridad y asegura que los métodos de sanación no los aprendió de nadie. Su trabajo es netamente empírico.
“Nadie me ha enseñado yo conozco esto porque Dios me lo ha dado y me ha pedido que sirva a sus hijos”, afirma.
Las consultas las realiza en su pequeño cuarto, donde un olor a eucalipto sale a recibir a los pacientes. Una vez adentro, Elaria está recostada sobre una frazada, tiene los pies descalzos y está acompañada por una docena de vasos de vidrio, tres velas, una botella de alcohol y un ungüento. Todos estos enseres son sus instrumentos de sanación. “Cuando la gente sale de aquí se va limpiecita” resalta la curandera.
La veterana lleva sus cabellos hechos una trenza; una blusa y una pollera forman su vestimenta diaria y aunque las arrugas delatan sus años éstas no son impedimento para que una sonrisa alise su rostro por un momento. “¿Dime hijo cuál es tu problema?”, pregunta Elaria.
Ella trata desde angustias, malestares en el cuerpo hasta preocupaciones laborales. “Elaria soluciona todo”, afirman sus pacientes.
En el lugar hay muchas personas esperando su turno. En el criterio de la curandera esto se debe a que la medicina actual no trata los problemas del alma, sólo diagnostica los corporales. “El ánima es importante hay que llamarla para que uno esté bien” asegura.
David Flores es un joven taxista que cuenta que Elaria curó a su madre cuando los médicos no pudieron diagnosticar sus malestares y su salud empeoraba. Éste la llevó a ver a la sanadora, puesto que es muy conocida en Tarija. “Por mil bolivianos los malestares de mi madre se terminaron le tengo mucha fe”, dice Flores.
Afuera del pequeño cuarto de Elaria hay dos maderas largas apoyadas en troncos a los extremos, por lo que sirven de asiento. Es ahí donde los pacientes aguardan a ser atendidos.
Dependiendo de la condición de éstos algunos tardan media hora, otros una hora, y no faltan los que demoran hasta dos horas.

Lectura de la coca
La curandera coge una bolsita de coca, agarra un aguayo lo tiende sobre la frazada y pregunta “¿cuál es tu nombre?”, al conocerlo lo repite seguido como si se tratara de un rezo, dobla su aguayo y lo vuelve a extender.
“Clarito aquí está hijo, te tienen mucha envidia, cuando estás saliendo ya te están cruzando”, señala.
Al tiempo que habla, un sendero de coca se dibuja sobre el aguayo mientras otras hojas salen despilfarradas y separadas de las demás, Elaria ve en las hojas “lo que es, lo que no es y lo que podría ser”. La seriedad con la que descifra la suerte vuelve al cuarto más pequeño, su rostro se ve más arrugado y su voz se escucha más certera.
“¿Mucho toma no joven?, eso no es bueno, los amigos le humean la cabeza y sus energías se quedan con los tragos” afirma mientras separa la coca y repite el nombre. Luego coge un morrito de la hoja y pregunta sobre amores, la respuesta no la comunica.
Inmediatamente abre sus ojos y dice “te tenemos que hacer una limpia, vas a salir limpiecito”, resalta.
Entonces se dispone a descifrar las dudas que la coca revela. Habla del amor, la familia y el dinero; sorprendentemente acierta en todas las adivinaciones y termina con consejos y regaños.
Todo esto es parte de una consulta de 30 bolivianos.

La limpia
El proceso de limpieza consta de un baño, una paliza con chicote o quinsacharaña, una aplicación de ventosas (con vasos de vidrio), un fuerte ungüento de eucalipto y un masaje que proviene de las manos sanadoras de Elaria.
El paciente se recuesta sobre una frazada y apoya su cabeza sobre una vieja almohada, la espalda la tiene desnuda; luego Elaria vierte en ésta un ungüento fuertemente mentolado. El paso siguiente es mojar los vasos en alcohol.
Una vela encendida sirve para prender los vasos remojados y luego éstos van a parar al omoplato del paciente. En la zona, la curandera ejerce una fuerte presión en la piel, la cual es absorbida por el vaso como una ventosa.
Elaria lleva el vaso hasta la base de la columna vertebral, el dolor es soportable. Un segundo vaso repite el proceso, pero es llevado al costado derecho inferior de la espalda a la altura de los riñones y un tercero vuelve a repetir la rutina.
Entretanto, el nombre del paciente continúa siendo repetido como un rezo; esto mientras las manos de Elaria pasan por la columna de arriba abajo. Los huesos truenan y las ventosas presionan. Al tocar la columna ella asegura que adivina el estilo de vida que aqueja al cuerpo y al alma.
Luego de unos minutos la curandera señala que el proceso de “limpia” ha terminado.
Los huesos rugen cuando el paciente se levanta y rápidamente lo sorprende con un chicotazo para “ahuyentar a los malos espíritus”. “Eso te saca tu rabia”, dice la sanadora. Para finalizar viene un baño que limpia el cuerpo y los malos pensamientos.

La despedida
Al salir del consultorio Elaria Guarachi se despide con un hasta pronto, agradece la visita y asegura que la limpieza hará su efecto en poco menos de 24 horas.
Entretanto, la curandera retoma su lugar en el pequeño cuarto, alisa la frazada, se acuesta descalza, limpia los vasos, los acomoda, prepara su ungüento y otro paciente se para a lado de la puerta, listo para contarle a Elaria sus dolencias.
El visitante asegura que trae un mal de amores y revela que espera salir aliviado de la consulta con Elaria, ya que el dolor del corazón_ como él dice_ “lo está matando”.
“Confío en que saldré mejor, me la han recomendado porque habló con Dios”, resalta esperanzado mientras que imediatamente añade que él cree ciegamente en la medicina natural y los sanadores.
“Me han curado desde niño de muchas dolencias”, dice y en ese momento otra paciente que espera su turno interrumpe con una frase “Hay que tener fe en ellos para sanarse”, recalca.

LA FE DE LA GENTE EN LOS SANADORES

En Tarija muchas personas creen en estos adivinos y curanderos, tal el caso del sanador de Pampa Galana, un joven que, según se dice, fue tocado por la Virgen y aseguran que cura a través del sueño.
“Este joven sólo atiende los días sábados desde las ocho de la mañana hasta las seis de la mañana del día siguiente, su atención es rápida son dos o tres minutos y pasa el siguiente. Todo lo registra una muchacha que creo que es su pareja y las filas son impresionantes”, explica una de las pacientes del curandero de Pampa Galana.
Añade que en una de sus citas entró un hombre con “acento gaucho” y le entregó al curandero la llave y los papeles de una vagoneta como regalo de cumpleaños y en calidad de agradecimiento por lo que éste había hecho por él.

Cuestión de fe
Para el psicólogo tarijeño, Javier Cabero, el poder del pensamiento convierte a las personas en auténticos autosanadores movidos inconscientemente por la fe que se pone en algo o en alguien a quien se le atribuye un poder sobrenatural.
El entendido en temas de sugestión aseguró, además, que si bien existen personas que pueden analizar críticamente estos asuntos, otras ya están sugestionadas de antemano y creen en el poder curativo.
También aclaró que las personas que están más ligadas a los actos “mágicos”, como persignarse, no pasar por debajo de una escalera o evitar los gatos negros, son más proclives a ser objeto de sugestión.
“La sugestión funciona cotidianamente, todo los días, por ejemplo la televisión tiene gran poder sugestivo. Es prudente que las personas analicen lo que hacen para ver si tienen un real fundamento en estos casos de buena suerte y amuletos”, dijo.

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