lunes, 22 de julio de 2013

Gatos para ganado y licuado de ranas para la inteligencia

El gato andino y el gato de los pajonales, así como las ranas del lago Titicaca son dos especies consideradas sagradas en Bolivia, pero en su grandeza se esconde también una fuerte presión de prácticas rituales ya que son relacionadas a la fertilidad y abundancia de la producción agropecuaria.



CEREMONIAS

El gato andino (Oreailurus jacobita), también conocido como “El gato sagrado de los Andes” es requerido para ceremonias familiares y comunales del altiplano boliviano conocidas como la k’illpa o marcado de animales.

En la k’illpa, los comunarios utilizan la piel de los gatos para fabricar rústicos aretes que son colgados en las orejas del ganado ovino y camélido, llamas o alpacas.

Marisol Hidalgo, investigadora del proyecto Gato Andino-Bolivia del Museo de Historia Natural Alcide d´Orbigny, cuenta que comunarios de Sajama, Oruro, aseguran que siguiendo esta práctica, la fertilidad y el número del ganado aumenta gracias al gato andino, más conocido como el “Titi”.

“Ellos consideran al Titi como el cuidador del ganado, un animal que trae suerte y permite la reproducción del ganado”, dice Hidalgo.

Entre los gatos silvestres está también el gato de los pajonales (Oncifelis colocolo) que es considerado un símbolo de la abundancia y el dinero. Esta creencia le otorgó el nombre popular de “Qolqe Titi”, (gato de la plata). Esta especie es utilizada también en la k’illpa.

Actualmente, el gato andino ha sido desplazado a zonas altas de la Cordillera de los Andes de Argentina, Bolivia, Chile y Perú, sobre los 3 y 4 mil metros de altura.

El gato andino también figura en el Libro Rojo de la fauna silvestre de Bolivia y se encuentra en la categoría “en peligro crítico de extinción” ya que se estima un número aproximado de sólo dos mil ejemplares en el mundo.

Hidalgo advierte de la pérdida de múltiples beneficios con la reducción de esta especie. Desde el punto de vista biológico, el gato andino se sitúa en un importante eslabón de la cadena alimenticia del altiplano, pero además por ser un predador de especies como roedores que atacan a los cultivos y que son transmisores de enfermedades a los humanos.

RANA GIGANTE

En el lago Titicaca habita una especie única en el mundo conocida “rana gigante” (Telmatobius culeus). Los habitantes de esta zona la llaman K’ayra.

Cada año, entre los meses de octubre y noviembre se realiza un ritual de petición de la lluvia, acto que involucra la vida de esta especie.

Andrea Fuentes, encargada de Educación en el proyecto “Iniciativa Anfibios de Bolivia”, relata que toda la comunidad se reúne en la cima de un cerro donde el chamán (guía espiritual), luego de consultar a las hojas de coca, designa a dos personas para que vayan al lago y traigan un par de ranas color café entero. Una vez en la cima, la rana es amarrada a una olla y se continúa con la ceremonia comunal pidiendo la llegada de la lluvia. Terminado el acto, todos abandonan el lugar y dejan a la rana amarrada a la olla. Si al día siguiente la rana ya no está, es un presagio de la llegada pronta de las lluvias.

Además, Fuentes explica que desde hace un par de años surgió una nueva actividad donde se licúa a las ranas. Ésta fue introducida por comerciantes peruanos a La Paz, Bolivia.

“Es una cruel práctica donde se elabora jugo de rana”, dice Fuentes.

En esta práctica se tienen las ranas vivas en un acuario, se las descuartiza y se las echa a la licuadora, mezclándolas con ingredientes como maca y miel, entre otros.

La propaganda de los vendedores hace referencia a que el jugo tiene propiedades curativas, energizantes y de mejorar la inteligencia.

“Ésta no es una práctica naturista ancestral o cultural, es más bien una práctica adoptada con un sentido puramente mercantilista”, reprocha la investigadora.

Esta especie figura en la lista de las especies en “peligro Crítico de Extinción” del Libro Rojo de Bolivia, y en lista internacional de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

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